Todo estaba previsto para aquel día. Lo venían anunciando desde meses atrás. La gente se había equipado con todo lo necesario para que llegado el momento no les pillara por sorpresa y el final fuera una tragedia salvable. Yo me negué desde el principio, incluso llegué a pensar que todo era un rumor oportunista. Prefería continuar con mi rutina de siempre. La mañana del acontecimiento salí a la calle. Las caras de nerviosismo se mezclaban con improvisadas conversaciones sobre el asunto estrella, en la cafetería o en la parada del autobús. Sobre las dos regresé a casa para vivir la experiencia. Me puse cómodo y esperé varios minutos. De súbito, la pantalla de mi viejo televisor se apagó para siempre. Encendí una bombilla y cogí un libro de Kafka para recuperar el aliento. Este microrrelato, pertenece a Pablo De la Rúa, y fue publicado en Letras de Escarcha , excelente metáfora del apagón analógico .