Sonó el timbre y ella fue a abrir la puerta. Era su marido. -¡Ayyyy!- gritó ella- ¡pero si vos estás muerto! Él sonrió, entró y cerró la puerta. Se la llevó al dormitorio mientras ella seguía gritando, la puso en la cama, le sacó la ropa e hicieron el amor. Una vez. Dos veces. Tres. Una semana entera, mañana, tarde y noche haciendo el amor divina, maravillosa, estupendamente. Sonó el timbre y ella fue a abrir la puerta. Era la vecina. -¡Ayyyy!- gritó la vecina-, ¡pero si vos estás muerta!- y se desmayó. Ella se dio cuenta de que hacía una semana que no se levantaba de la cama para nada, ni para comer ni para ir al baño. Se dio vuelta y ahí estaba su marido, en la puerta del dormitorio: -¿Vamos yendo, querida?- dijo y sonreía. Angelica Gorodischer , Menta, Emecé, Buenos Aires, 2001. Lo leí en la Internacional Microcuentista