- Por lo que más quieras lávate bien esas manos antes de acostarte, así me dijo mi madre, pero hoy no le haré caso. Tampoco obedeceré que no copie en los exámenes ni que tampoco estudie. Ella no lo entendería, pero con mi profesora compartimos algo más que el salón de clases. Y mientras voy conciliando el sueño siento su perfume en mis manos y me extremezco con sólo pensar en el próximo encuentro.
La enemistad entre ellos era inmemorial, por ello un duelo era un desenlace esperado. A la hora y lugar señalados, los padrinos y los contendientes estuvieron en posición. Dos disparos, un difunto y un vencedor fue el saldo. Un padrino del caído le entregó una carta del difunto al que quedó en pie. El vencedor tomó una nota cubierta de polvo, sopló sobre ella, y cuando se disipó la nube, leyó: “Por ahora te crees ganador, pero el polvo de esta misiva es venenoso, ponte en guardia, muy pronto seguiremos el duelo.”
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