Dicho sea entre nosotros ese asunto hubiera habido que liquidarlo de una forma más precisa, pero él no se tomaba nada a la ligera, por eso lo respetábamos. En vez de un hartero disparo o una apuñalada a traición, la invitaba a cenar, pasaban interminables tardes juntos. De un día para otro la dejó de ver y ella de a poco se fue extinguiendo, lentamente fue perdiendo el espesor de su vida. En el momento menos pensado apareció muerta. Inmediatamente después, le llevamos su paga y sólo hallamos la prueba que también los más duros pueden morir por amor.