Buscaron por cielo y tierra , como siempre hacían, hasta alcanzar la candidata perfecta. Aunque nunca supieron cómo, siempre consiguieron a la niñera que ellos consideraron la indicada, la perfecta para su rol. Y tenía que ser así, pues el pequeño era singular y a la misma vez el tirano de esa casa. Tenía dos años, y aunque su media lengua era acotada, dominaba a sus padres con la destreza de un domador. Sus deseos eran órdenes y ellas eran cuestión de vida o muerte. Por otro lado, la situación ameritó a que las cosas se den así; esperaron tener un hijo por más de una década, siendo objeto de cuanta terapia de fertilidad pudieron afrontar, pero la suerte les mostró siempre su cara más hostil. La tendencia cambió cuando conocieron en un crucero a un doctor rumano, quien primero supo granjearse su amistad, para luego hacerles una propuesta en el plano profesional. El doctor Turanosfe les prometió el milagro de la vida, de aquella que se enraiza en el propio corazón y que lueg