-Sacame de acá! -aullaba desde su celda el ladrón. Burlón, el
comisario se fue alejando de los calabozos. Siguió y alcanzó el
sopor de las oficinas administrativas, para ganar la calle más
tarde. Después, llegó al segundo piso de un pequeño
departamento y una mujer, después de besarlo apasionadamente, le
preguntó: -¿Esta vez por qué lo encerraste a mi marido?-
-Sólo quería volver a verte. Desde mañana te venís a vivir conmigo. ¿Tenés champán?
- Si, en la heladera.
Abrumado, el ladrón se aferra a la esperanza que no noten un cambio en el gusto de la bebida espumante.
-Sólo quería volver a verte. Desde mañana te venís a vivir conmigo. ¿Tenés champán?
- Si, en la heladera.
Abrumado, el ladrón se aferra a la esperanza que no noten un cambio en el gusto de la bebida espumante.
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