Un recuerdo persistente que se ata a una situación y a un lugar, un alma desgranada que intenta persistir en el mundo más allá de los otros planos, un eterno dislocamiento del eterno fluir del tiempo que se anidó en un instante y un rincón.
Existen leyendas, cuentos y anécdotas. Un objeto esquivo y terrorífico, que está en un pliegue, pues a la vez que su condición lo separa de este mundo, al mismo tiempo quiere ser anclado a las tres dimensiones que limitan nuestra existencia.
Un espíritu que no encuentra el descanso, una remembranza que se recicla constantemente para ser renovada.
Según James Joyce , en Ulises, lo describe como “un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres.”
En tanto, Guillermo del Toro, en su imperdible “El Espinazo del Diablo”, define:
Primera Cámara fotográfica |
En su naturaleza del haber sido, los fantasmas nos indican la finitud de nuestra existencia, lo fugaz de nuestro tiempo en la tierra. Sin embargo, es esa estrechez que nos toca vivir carga de sentido nuestra vida pues, la verdad sobre nosotros sólo se conoce cuándo se acaba todo el tiempo aquí. De ahí en más sólo seremos reminiscencias que pululan por los recovecos de este mundo.
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