Ella había mudado de barrio, había crecido, había encontrado la vida que tanto deseaba. Él respetó la distancia en silencio. Pero el día que cumplió 86 años, la buscó por cielo y tierra, hasta encontrarla.
–¿Te acuerdas cuando juré que te amaría hasta que fuéramos viejitos? –le preguntó.
Aunque ella recordaba aquella escena claramente, apenas insinuó un leve movimiento afirmativo de cabeza.
–Sólo deseaba que sepas que cumplí con mi promesa.
Y entonces el hombre, al descubrir las pupilas radiantes en esos ojos cansados que lo observaban con la misma dulzura que cincuenta años atrás, supo que haber cumplido con el juramento no había sido en vano.
Este microrrelato pertenece a Martín Gardella
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