Más tarde, con el tiempo, plantaremos un árbol. Y allí grabaremos nuestros nombres para que la eternidad sepa de nuestro amor. También pondremos un columpio para que el hijo que nos queda se divierta meciéndose. No llores Eva, por favor, verás que seremos felices y que de ese árbol comeremos todo lo que se nos dé la gana.
Este relato iba a participar de Relatos en Cadena, pero no llegué a publicarlo a tiempo.
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