Una colección de secuencias como la gran maquinaria de crear ilusiones que es el cine puede establecer lugares imposibles para contar sus historias.
La enemistad entre ellos era inmemorial, por ello un duelo era un desenlace esperado. A la hora y lugar señalados, los padrinos y los contendientes estuvieron en posición. Dos disparos, un difunto y un vencedor fue el saldo. Un padrino del caído le entregó una carta del difunto al que quedó en pie. El vencedor tomó una nota cubierta de polvo, sopló sobre ella, y cuando se disipó la nube, leyó: “Por ahora te crees ganador, pero el polvo de esta misiva es venenoso, ponte en guardia, muy pronto seguiremos el duelo.”
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