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El Viejo Espejo

Hoy me levanté temprano como siempre, y para mi sorpresa en el baño me descubrí frente al espejo una buena cantidad de arrugas. Cuando me recuperé del shock, pensé que algo estaba mal, pues las arrugas no salen de un día para otro. Quizás vi mal, y todavía con un pie en el mundo de los sueños, la mente me jugó una mala pasada. Seguí con mi rutina.

A la noche antes de irme a dormir, de nuevo entré al baño y no sólo que las arrugas estaban allí, sino varias hebras blancas se empezaban a entretejer en mi raleada melena. Perplejo comencé a buscarle explicaciones. Y es cierto que ya tengo un buen tiempo en esta vida, pero me mantengo en forma, sigo teniendo ganas y la misma fuerza de siempre en todo lo que emprendo. Esto no puede ser que me esté pasando a mí si yo me siento bien. Pero comprendí que el tiempo es un recaudador de impuestos y que nos cobra a todos en el universo su cuota instántea de permanecer en la realidad.

Con mucho dolor caí en cuenta y con una resignación atroz, descolgué el espejo, pues pobrecito se ha vuelto viejo y ya no me muestra como realmente soy.

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