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El Robo del Reloj

A pesar del tiempo transcurrido, no puedo reponerme aún de aquel momento. Todavía siento escalofríos por la espalda cuando pienso en ese fatal instante. No puedo deshacerme de la sensación de impotencia y vergüenza, pero sin embargo como te tengo confianza te contaré lo sucedido.

Con todo, debo advertirte que mi mujer se llevó este secreto a la tumba y me perturba de sobremanera que mis hijos y nietos estén al tanto de lo sucedido. Comprenderás, aunque todavía no sepas nada, que cuento con tu total discreción.

El hecho al que me refiero sucedió justo después de mi tercer aniversario de matrimonio. Recuerdo con mucha ternura aquellos tiempos cuando con Alicia, a pesar de los sacrificios, éramos felices en nuestro departamentito de calle Balcarce. Esos tres primeros años transcurrieron en una sucesión de eventos felices, instantes a los cuales me aferro cuando mi alma zozobra al darme cuenta que ella ya no comparte mi mundo. Cabe aclararte que fui muy feliz con ella siempre, pero esos años cuando lo material no nos era del todo favorable, el amor y la mutua tolerancia cimentó nuestra relación para siempre.

Como te había contado, para mi tercer aniversario quería sorprender a mi mujer; buscaba algo original que la cautivara y representara nuestro amor, y entre las más variadas opciones... terminé comprando un simple y modesto ramo de flores.

En cambio, Alicia para conmigo tuvo una atención especial: me regaló un reloj. Sabía que mi debilidad por esos aparatos que miden el tiempo y además; mi especial predilección por los de origen suizo. Yo más de una vez le conté que mi pasión tenía dos pilares; el primero en mi tierna infancia, pasando horas enteras en el taller de mi abuelo que era relojero. Allí buscaba dónde y cómo el tiempo era procesado a través de los engranajes diminutos hasta convertirlo en horas, minutos y segundos.

El segundo, lo desarrollé a partir de mi curiosidad despertada en aquellas tardes en lo de mi abuelo. Empecé a leer libros, historias sobre relojes y sus dueños, artesanos hábiles que dejaron su legado, la evolución de la mecánica y otras ciencias como la astronomía cuyos descubrimientos y regularidades hicieron que se buscara mediante mecanismos imitar la exactitud de los astros celestes. Descubrí que el reloj era una pieza fundamental en el mundo moderno: la revolución industrial y la disciplina dentro de las fábricas era regida por este aparato que marcaba los ritmos de trabajo, rendimiento y descanso.

Parece mentira que un artefacto tan pequeño pueda tener una incidencia tan grande en la economía, el mercado laboral y la cotidianidad.

Teniendo en cuenta todo lo que te conté, Alicia ahorró de manera secreta y durante tres años privándose de darse los gustos que ella antojaba, para comprarme un reloj suizo. Imagínate mi reacción al ver aquel aparato cuyo cuadrante azul como el cielo me era obsequiado por mi angélica Alicia. En ese momento me sentí muy mal con ella y a la vez feliz de lo que había recibido. ¡Un ramo de flores, qué poco tacto!. Ella me las agradeció y su amplia sonrisa fue un alivio a mi tormento repentino. Después del estupor del regalo; ella me aclaró que desde lo más profundo de su ser deseaba que yo lo usara día y noche, para que cada vistazo a la hora me recordara a ella y así, sin importar el horario o el lugar, su recuerdo fuera tan inevitable como el paso del tiempo.

Después de esto, te podrás imaginar que luego de besarla y derramar varias lágrimas, prometí que a dónde vaya llevaría el reloj. También le dije que no importa dónde ni cuándo sea, el recuerdo de ella lo iba a llevar por siempre conmigo, con el reloj puesto o no. Mi aniversario cayó en aquel año un día jueves. Por eso después de tan emotiva velada nos esperaba la cena y más tarde la cama. Antes de dormir me saqué el reloj y con sumo cuidado lo acomodé en la caja en que venía para volver a usarlo en la próxima jornada.

Quedaba aún un día laborable más y el más enloquecedor, ya que mi jefe pretendía que todo estuviera listo para el fin de semana. Y para colmo de males había que terminar el balance. Pero en aquél día quiero creer yo que todo se trastocó de una manera perversa.

Ese viernes se convirtió en un todo caótico. La mañana despuntó mal desde el comienzo: me quedé dormido y al abrir un ojo pude constatar con el despertador que me había pasado de hora. Me levanté y vestí. Más tarde me fijé cómo estaba el tiempo y vi que diluviaba. Sin más, tomé el impermeable y el paraguas para luego salir a la calle. Fue una odisea conseguir un taxi en semejante mañana lluviosa.

Llegué a la oficina y tuve que aguantar el sermón de mi jefe. No me fijé en el tiempo desde que miré el despertador, pero aquel viernes parecía ya una eternidad y por desgracia recién empezaba. Mi jefe, personaje exigente si he conocido, me reprochó la tardanza (y eso que después de cuatro años en la empresa, era la primera vez que llegaba tarde) y me dijo no en pocas palabras y para no aburrirte; que era una falta de respeto para con la compañía y para con mis compañeros la tardanza. Acto seguido me enumeró una inmensurable lista de cosas para hacer y que debían estar listas hoy mismo. “Tenga en cuenta que como López faltó y las cosas tienen que terminarse, hoy tendrá que irse más tarde”, me dijo con voz meliflua aquél tirano.

Maldito viernes y recontramaldito López, a las corridas pasé aquella jornada laboral, entre los gritos de mi jefe y las exigencias propias de mi trabajo. Recuerdo que un dolor en el cuello me atacó de modo inmisericorde, una abominable puntada que no me dejaría en paz por lo que restaba del día. Te podrás figurar que fue un día de locos, pero lo peor todavía estaba por venir.

Aquel día entre apurones y gritos perdí la noción del tiempo. Sólo sé que cuando terminé el último informe tomé el impermeable y el paraguas y mi única intención era ganar la calle. El dolor del cuello se había incrementado y su molestia me perturbaba. Al llegar a la vereda noté que ya estaba oscureciendo y la lluvia se había detenido, cuya calma trajo consigo una brisa bastante fresca que hacía perturbar la tranquilidad de los espejos de agua que los charcos iluminados por la luz artificial formaban.

Me eché andar con la obsesión de llegar a casa lo antes posible. En la esquina, un tipo raro me miró que venía por la vereda perpendicular a la mía. En ese instante, por primera vez iba a ver la hora en el pedazo de cielo que Alicia me regaló, pero detuve mi acción de ver el reloj por seguridad. ¡¡Uno lee cada caso en el diario, cosas que ni se imagina!!. Por eso cuando vi a aquel tipo refrené mi acción. El individuo al que aludo era un tipo alto, muy joven pero descuidado en su aspecto; con barba crecida y rapado, con marcas todavía de acné en la cara y ojos saltones.

Me quise librar de él cruzando de calle, pero me siguió. Caminé más rápido, pero permanecía atrás mío y la situación remarco mi dolor en el cuello. Faltaba una cuadra para la parada del colectivo y el extraño continuaba tras de mí a paso firme. Rememoro que escuché el ronquido de un motor gasolero, así que me apresuré a la parada y extendí mi mano como un naúfrago en busca de un salvavidas. Sentí alivio al subir al colectivo, porque pensé que el tipo quedaría con sus ganas frustradas de robarme tras la nube de humo negro que expediría mi transporte. A pesar de la hora había mucha gente dentro de aquel colectivo y me tocó viajar parado. Sentí consuelo de estar seguro y aproveché para cerrar los ojos un momento.

Quizás te hayas preguntado como yo en aquel instante por qué aquel sujeto me haya seguido. En ese momento creí que me había visto el reloj cuando yo quise saber la hora y yo me distraje viéndolo a él. Más tarde seguí con los ojos cerrados, pues faltaba para llegar a casa y desde lo más profundo de mí ansiaba ver a Alicia y encontrarme en mi hogar a salvo. Mi ensoñación se acabó cuando algo tropezó con mi mano izquierda, la cual colgaba sosteniendo el paraguas.

Miré con rapidez y para mi asombro y terror; era el tipo que yo creí dejar atrás que, con sus ojos saltones, miró sobre el hombro hacia mí.

A la mitad del colectivo dos jóvenes desocuparon dos asientos y me apresuré para sentarme del lado de la ventanilla. Más tarde el otro asiento lo ocupó el desagradable personaje del cual yo me quería desprender. Mi dolor del cuello, que anteriormente había menguado, ahora era una daga que incaba su filo con toda saña. Recuerdo que la presencia de él me hizo sudar y mi respiración aumentó su ritmo. ¡Qué tortura! Para disimular mi nerviosismo, miré la hora y el destino terminó de ensañarse conmigo. El reloj no estaba en mi muñeca. Repetí el movimiento del brazo para cerciorarme que no estaba loco y encontrar algún error en mi proceder. Pero hiciese lo que hiciese el reloj no aparecía. Para colmo de males al lado mío seguía el desagradable y mi sospecha se ancló en él.

Viendo mis repeticiones y mi ansias de conocer la hora, el extraño extendió su brazo y con la otra mano descubrió su reloj y me dijo la hora. Mis ojos se fijaron en la muñeca de aquel hombre y para rematar el día poseía un reloj igual al que mi mujer me regaló. En ese instante un brote de locura me encolerizó y pude percibir que la pérdida del control en mis acciones dejaba de ser un evento en potencia para volverse una realidad muy tangible.

Pensé en lo más íntimo: “¿Mas qué reloj igual al mío? Es mi reloj y este cretino me lo robó cuando rozó mi muñeca.” No pensé en otras posibilidades, los pensamientos se volvieron abrumantes y esclavizaron mi mente con ensoñaciones en las cuales Alicia hacía sacrificios sobrehumanos para sorprenderme con ese regalo. Me imaginé también la cara de ella cuando le dijera que me robaron el reloj que con tanto amor me obsequió y su mueca posterior; aunque aquel episodio existiese sólo en mi cabeza me llenó de congoja. Inmediatamente, mi alterada imaginación acicateó con la morbosa idea de que el tipo me robaba y luego me gozaba con lo que me había quitado.

Te juro que iba a explotar, el sudor hizo que la camisa se me pegara al cuerpo y causara una molestia más para mi cuerpo tenso. Lo miré fijo y sus ojos saltones se hicieron más grandes al ver como mi cara se había desencajado. Recuerdo que no emití sonido alguno, pero fui contundente con el golpe al rostro de aquel tipo. Al instante, él cayo de espaldas del asiento al piso y me incorporé pateándolo repetidamente. Los otros pasajeros hicieron una exclamación colectiva al ver lo que sucedía, mas ninguno atinó a intrometerse en la situación. Haciendo caso omiso a lo que pudieran pensar o hacer los otros, me avalancé sobre la muñeca de aquel hombre y tomé el reloj. El chofer del colectivo frenó para ver que sucedía; al levantarse de su asiento se encontró conmigo y a empellones lo quité del camino de mi huida por la puerta delantera, que encontrándose abierta fue cómplice de mi escape. De un salto, salí de aquel colectivo y emprendí una carrera alocada, sin mirar al cruzar la calle, que duró más de quince cuadras hasta mi casa. Sólo quería estar en casa y con Alicia.

Te darás cuenta que fue un día movidito y quería llegar a casa como diera lugar. Al llegar al edificio ni el ascensor quise esperar. A las corridas por la escalera llegué al piso en el que vivía. Abrí la puerta y me encontré con Alicia sentada en el sofá. “No me vas a creer lo que viví. No sabés lo que hice hoy...” le dije a ella dispuesto a contarle mi aventura.

Mi entusiasmo no me había percatado de la expresión de disgusto de ella y un silencio breve intenté para leer en su cara la causa. Sin preámbulos me dijo: “Increíble es que te haya hecho un regalo que sé que es lo que más te gusta en la vida y hoy al irte a trabajar te lo hayas dejado en la mesita de luz” y extendió el reloj que me regaló sosteniéndolo desde la malla.

El mundo terminaba de desplomarse sobre mí y me hundía en la culpa con el peso ínfimo de un reloj de pulsera.

Comentarios

  1. Me encanta el relato. Me recuerda un poco a La vida exagerada de Martín Romaña.
    El blog ha sido todo un descubrimiento. Volveré por aquí siempre que pueda.

    Un saludo,
    Oceano

    ResponderEliminar
  2. P.D.- Espero que no le importe que le dedique un enlace en mi blog

    ResponderEliminar
  3. Hola Oceano:

    Muchas gracias por tus cumplidos, este espacio es un simple espacio de libertad para compartir. Me alegra que tú lo disfrutes.

    No hay problema con poner un enlace en tu blog, te ruego que me hagas llegar el tuyo para poder apreciarlo y ponerlo en los blogs amigos.

    Un abrazo grande

    ResponderEliminar

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