Hace un tiempo en este blog que tomamos el tema del "Idioma de los Argentinos". Hoy es el turno de Roberto Arlt.
“Por eso la experiencia discursiva individual de cada persona se forma y se desarrolla en una constante interacción con los enunciados individuales ajenos. Esta experiencia puede ser caracterizada, en cierta medida, como un proceso de asimilación (más o menos creativa) de palabras ajenas ( y no de palabras de la lengua). Nuestro discurso, o sea todos nuestros enunciados (incluyendo obras literarias), están llenos de palabras ajenas de diferente grado de “alteridad” o de asimilación, de diferente grado de concientización y de manifestación.”[1] Este pasaje de Bajtin se puede aplicar sobre cualquiera de los dos autores analizados, pero sobre Arlt adquiere más peso. Roberto Arlt a pesar de estar desprovisto de un linaje y un capital cultural similar a otros autores de su tiempo, supo munirse con todo aquello que tuvo a mano para construir su literatura. “En verdad, las ficciones arltianas podrían ser leídas desde la perspectiva de alguien que no posee saberes prestigiosos (los de las lenguas extranjeras, de la literatura en sus versiones originales, de la cultura tradicional y letrada) y que recurre a los saberes callejeros: la literatura en ediciones baratas y traducciones pirateadas, la técnica aprendida en manuales o revistas de divulgación, los catálogos de aparatos y máquinas, las universidades populares, los centros de ocultismo. Prácticas y discursos en busca de una legitimación que, más que competir con los consagrados, crean su propio circuito...”[2] De ahí es esta apropiación de discursos de las clases populares, que no desdeña su origen sino que es su modo natural de expresión.
“La lengua arltiana, lengua de niño o lengua maquínica, es una amalgama de piezas discordantes, una olla o una probeta en la que se metamorfosean jergas, idiomas prestados o robados, lenguas extranjeras, discursos filosóficos y científicos, literaturas altas y bajas, todo un flujo de elementos heterogéneos y conflictivos que nunca terminan de solidificarse y que permanecen, siempre, abiertos a nuevas irrupciones.”[3]
Con el anhelo de evolución compartido por las clases populares y sin tener que honrar un pasado; Roberto Arlt apuesta al futuro desde un presente que toma los restos (de literaturas bajas y el lunfardo) y los transforma en los andamios que construirán el mañana.
En el próximo acercamiento a este tema, la conclusión.
[1] Mijail Bajtin, “La estética de la creación verbal”, apunte de la cátedra de Análisis del Discurso, pág. 279.
[2] Beatriz Sarlo, “Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y1930, apunte de cátedra, págs. 55 y 56.
[3] Graciela Montaldo y colaboradores, “Yrigoyen, entre Borges y Arlt”, Editorial Contrapunto, 1991, pág. 316.
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